martes, 1 de septiembre de 2009

Volvemos

Agosto se va y el cuento se cierra, sin trompetas, sin perdices, convencido de morir con el deber cumplido. La vida dibuja una muesca más en el bastón de los días que merecen ser pasado. El quehacer renace salvaje, frío, entre el café y las ‘buenas noches’. El mundo gira de nuevo y finge ser igual que el que dejaste anclado, como si nada de esto hubiera pasado.

Pero pasó, y mucho. Un sprint de noches cálidas, una gota de agonía en letras de segunda persona, un hilo infinito y recién cortado; un sudor frío y ebrio, una sonrisa de niño, al fin; una risa floja de chulo cervecero, un aliento tierno, cálido, un tacto de labios encarnados y una calle gris, de madrugada, vestida de un deseo ceniciento, de reloj y sin zapato. Una colección de miradas sonrientes; un coche y dos plazas, y la música sobre el asfalto, que nunca está parado.

Hoy las gotas caen del cielo. Me recuerdan que la lluvia volverá; que ya espera bufando entre los matorrales; que mojará, como siempre lo hizo, salpicando las notas que aún se dejan caer de mi ventana. Hoy la vida sigue, y no porque uno quiera, que también, sino porque la rueda gira y gira y quedarse atrás no está permitido, no cabe.

La música suena en mi cuarto, templada. Dire Straits me recuerda que no siempre Romeo supo elegir los momentos. El teléfono hierve de radio. La camisa pierde el blanco con el sol. El verano se fue; el estío muere, pero el rastro sigue oliendo a mar.

Hemos sido muy felices, ¿verdad? Para qué pedir más.

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