miércoles, 12 de marzo de 2008

orgullo de autor...

«Qué sabrás tú de colores.»
«Poco, ya lo sabes. Sólo de oídas, o de leídas, más bien. Sólo un conejo con chistera mirando un reloj, o una pompa parisina de cortesanas palaciegas, o un mediano con un anillo que destruir. Eso es lo que sé de verdad, amigo, ya lo sabes. Eso, sólo eso. Lo demás se me escapa. Se me escapa Sancho y se me escapa Yoly, sobre todo se me escapa ella, ella más que nada; se me escapa mi aula llena de mentes de un mañana que no llega, se me escapa mi pasado que no sé si llegó algún día o sólo es una foto con birrete y un papel de licenciado; se me escapa mi madre y se me escapa mi padre; y Susana se me escapa porque nunca supe si de verdad era ella una hermana o simplemente un cuento más; se me escaparon los amigos, los de siempre y los de nunca o sólo un poco y de noche, sobre todo los que fueron amigos de noche. Y ellas, todas. ¿Cómo puedo encontrarlas si nunca las quise tocar de verdad? Todo fluye, y por eso no distingo; no puedo, es imposible. Sólo encuentro lo que fluye, lo que está ahí, detrás del negro sobre blanco, detrás, detrás, claro, porque tampoco sé muy bien donde está Romeo o Sancho Panza, aunque sé que están, que los tengo, igual que el mundo entero los tendrá siempre.»
«¿Serías más feliz si fueras uno de esos héroes?»
«Sería igual, pero sería todo más fácil. ¿Te imaginas que realmente no existiera?, ¿que fuera sólo personaje, y no persona? Sólo creación, pero creación de alguien; imaginación, sí, sólo un trocito de un alma, del alma de ese chico que me escribe, como si yo fuera capaz de enseñar algo al mundo; un trocito suyo, muy pequeño, para ser yo un alma grande e inmortal, para vivir en el espejo de los sueños compartidos, en medio del espejo, no a los lados, como hasta ahora. Sí, sería muy bonito. O muy feo, claro, porque yo no podría ser un héroe de novela. Sería un secundario, supongo, aunque sería un secundario con cierta importancia, por aquello de ser ese tipo raro que no puede sentir, pero que escribe del amor, de las musas y de las luces del alba encendiendo el estío. Sí, claro, al menos tendría para un par de capítulos, o más. Incluso puede que algún lector me cogiera cariño, porque no debo ser tan malo, después de todo, y seguro que a alguno hasta le inspiraba lástima.»
«Ya estás otra vez con la elegía de tu martirio.»
«Vale, vale; tienes razón. Pero, ¿quién sería el personaje principal? Sancho, claro. Sancho. Aunque no podría llamarse así. Se quedaría con el de verdad, claro; Salva. Iría por ahí salvando a la gente de sus vidas aburridas, dándoles drogas, poesía y estrellas, muchas estrellas. Sus viajes serían como un peregrinaje, como el de Ulises, en busca de un arca perdida. No, no; me he dejado llevar por la lengua. Iría en busca de su Penélope, pero sin conocerla, claro, porque si no sería plagio y perdería la gracia.
Sí, ya lo imagino. Allá va Salva a lomos de un caballo negro. No, a lomos de una motocicleta de los años cuarenta, como el Ché. Sí, sí, ya lo veo. Busca un tesoro que sabe que existe, porque lo ha leído en un libro, o en muchos libros, pero no lo encuentra, y viaja por África en su busca, hasta el Lago Rosa, por ejemplo; y mientras busca, va haciendo feliz a la gente, salvándola; sí, salvándola. Aunque la verdad es que Sancho nunca salvó a nadie, ni siquiera a sí mismo.
...