viernes, 20 de abril de 2012

La derrota, por el perdedor


Lucas tiene 20 años y tiene miedo. Como todos, sólo que tú no tienes 20 años y los fantasmas de Lucas te suenan a película infantil con un final que ya te esperas. ‘Fantasmas’; así lo habrías llamado tú cuando tenías 20 años; solo que ahora, con suerte para Lucas, lo llamarás ‘primer amor desorbitado’.

Él llora, como hiciste tú; intenta velar sus lágrimas mientras puede, mientras no sea ridículo seguir pareciendo un hombretón cuando no es más que un niño sin reyes magos.

Tú miras y piensas. No quieres herir, descargar verdades. Lo llamas piedad, aunque sabes que en el fondo es sólo una forma de no acabar discutiendo con un rival muy débil, al que tratas de acunar.

Le hablas, le ríes; hablas de mujeres y de vida, de años locos, de alcohol… el gin-tonic siempre ayuda en momentos de ironía. Le dices lo que sabes y le cuentas que una vez tú también tuviste 20 años y demasiadas lágrimas que avergonzar. Él mira fijamente. No cree; tampoco quiere.

Le cuentas una historia de 22, de 25; una lista de naufragios con ardores en la sangre. Eso es lo que quiere, y lo que no puede creer. Cambiar su almohada por alguna princesa de cuento que se deje tocar las mejillas que el dorso de la mano. De eso habrá, tú no tienes dudas. Habrá.

Después habrá domingos y un teléfono en la habitación; la lluvia cae de canto a través de la ventana. Aburrimiento. Tendrás otros ojos, o ella los tendrá. Otra llamada en el teléfono, otra sonrisa a la que quieras conquistar. Querrás, seguro; la culpa y la vida, o el sofá. Y tendrás que decidir.

Quizás tengas suerte y se acabe rápido, casi sin avisar. Y después más. Después dos ojos verdes que sólo quieren comer; comer, tarde y a deshora; una llamada de lunes a las 2; un paseo furtivo y desesperado; una cama, un salón; sus piernas y calor, media hora de calor entre unas sábanas de nadie. Y un adiós, casi sin dolor.

Y después, más humedades. Alguna sonrisa se hará perfecta y eterna, algo que no vean los demás. Entonces volveremos a empezar.

Lucas tiene 20 años, y llora.