jueves, 19 de junio de 2008

Literatura - 'Antígona' de Anouilh, lo nuevo es Grecia

Anouilh viste a Antígona con zapatos de tacón y nos la trae a nuestro ahora postmoderno; pero hace algo más: la narra en cuerpo y alma. Mientras en Sófocles teníamos que intuir una profundidad en los sentimientos de Antígona, en Anouilh nos los encontramos delante de los ojos, nos los gritan con desesperación. Si antes debíamos interpretar la labor responsable de Creonte como cabeza gobernante, Anouilh le aprieta las tuercas y nos lo enseña triste y desposeído de toda ambición, lamentando el día en que la corona hubo de caer sobre su cabeza. Anouilh nos enseña, además de la tragedia en sí -ya conmovedora- las entrañas de los personajes que la padecen, para convertir a los espectadores del siglo XX en hermanos de Antígona y Creonte, conmovidos por una historia que ahora es, si cabe, un poco más suya.
Y esto lo consigue sin grandes cambios en la historia ni, aún, en los escenarios. La ciudad es la misma y los soldados podrían ser guardias de la antigua Atenas o milicianos en el Madrid de la Guerra Civil. Da igual. La ciudad es casi la misma y hasta los personajes tienen el mismo pasado y las mismas responsabilidades que sus antecesores de Sófocles. Nada de eso cambia. De hecho, podríamos dejar las cuarenta primeras páginas tal y como las dejó Sófocles y la misma esencia de Anouilh impregnaría la obra.
Porque el cambio, la vuelta de tuerca, está en una simple discusión, en un diálogo de sentimientos, que destapa la tragedia interior y nos hace sentir, al fin, la tristeza de Antígona. A Anouilh le basta con ese clímax para dar vida a su obra, para enseñarnos un Antígona más reflexivo con un alma heredada de Sófocles pero vestida con los fantasmas del siglo XX, el existencialismo y la incomprensión.
Por eso esta obra cobra vida; por cuanto del Antígona de Sófocles puede enseñarnos y por cuanto de su propia sensibilidad puede aportar a un Antígona viejo pero lleno de juventud.
Anouilh nos ha enseñado en un acto pequeño y único es el hombre de hoy a través del espejo de la historia de Antígona. Sin duda es un espejo que nos comunica con Sófocles, con los hombres clásicos –de quienes tanto daño nos hace su olvido- y con los mitos, esos que hoy también nos hacen aprender más de la vida y de los hombres. Un camino hacia atrás, partiendo de un texto eterno.