viernes, 26 de noviembre de 2010

¿dónde me quedé?

Ha pasado tanto tiempo que se me ha olvidado empezar a contar historias. Y era fácil, tanto que se convirtió en una forma de salud espiritual, de quietud necesaria, más que en una manera como cualquier otra de parecer interesante. Sí, de eso también había un poco.

Ha pasado mucho tiempo sí… Hoy escribo en una casa donde nunca antes escribí, en un teclado que nunca pasó las cincuenta palabras, mirando los tejados del que nunca antes fue mi barrio. La vida ha girado tanto que me da vergüenza y vértigo volver la mirada atrás, o adentro, como si nada ni nadie hubiera pasado por aquí.

Pero pasó. Los juegos se hicieron de mayores y el sol no dejó de quemar. El mar se cerró por dos semanas, entre piedra y piedra, alemanes y noches sin respirar. Después llegaron los ‘sí’, fantásticos y brilantes después de tantos meses de ‘ahora no’. La lírica se fue de mis manos pero se convirtió en una forma de vivir, hasta que llegaron los días de lluvia y de Neil Young, y la lírica se convirtió en Ikea, en chaise longue, en cenas por Madrid y teatro a las nueve. La vida siguió girando, sin sol, sin letras, sin minutos ni segundos, pero siempre dando poco menos de todo aquello que pudiera desear.

Hace frío y hoy me he dicho que no me apetece salir. Me he quedado sin escusas. Estoy solo; he dejado a Martín Gaite durmiendo sobre la guía de Croacia de Lonely Planet y la música de Nora Jones ha dejado de sonar; estoy solo y hoy, después de mucho tiempo, descubro que ya no estoy acostumbrado.

Por feo y tonto que haya resultado, estoy aquí, donde tenía que estar.