jueves, 10 de septiembre de 2009

Homo dudens

La primera ley del ‘Hombre sapiens’ libre es no dudar. Si vacilas, estás perdido; si te pierdes, mueres, encerrado en la duda, es decir, en ti. La segunda es caminar, siempre hacia adelante y sin pisar el freno.

Al señor independiente le gusta jugar con el calor de los tiempos. Le gusta el beso, la charla alegre y estridente, sin reservas; le gusta incluso el minuto indeciso que precede al placer. Le encanta el placer, sea cual sea, y eso le hace más libre, aunque también más inestable, siempre pendiente de los viajes que da el sol.

Al señor cálido no le gustan los ‘no puedo’, ni los ‘ahora no’. Le pesa el tiempo tibio porque sí, los días entre hola y hola, las carreras por matar el tiempo que se arrastra antes del día señalado porque ya está bien de tonterías. ‘Cálido’ necesita demasiado a las palabras, a las bocas que siempre hablan de él, o de todo lo que le rodea. Y además, la necesita a ella, esté donde esté y sea donde sea. ‘Cálido’ es buena persona, es tierno y silencioso, pero acostumbra a olvidar la primera ley del ‘Hombre sapiens’, y al resto de ‘dudens’ que le suelen rodear.

Para colmo, al señor frío le encanta pensar desde arriba. Dice que allí se siente más mayor, más sabio; que los desvelos de ‘cálido’ se convierten en chistes verdes y los juegos de ‘independiente’ en cuentos de salón. Para él poco tiene sentido en el mañana, que es lo único que le interesa. Él cierra la puerta y adelante ya no queda nada para oler. ‘Habrá que seguir caminando’, dice. Pero el problema de ‘frío’ es que sólo conoce la segunda ley del ‘Hombre sapiens’, y es tan sólo ella la que le obsesiona: caminar y caminar, dejando el campo yermo a cada paso.

El ‘Homo Dudens ‘ se pasea buscando un sitio donde anclar. Mientras sabe que no es nadie, según el momento. Mientras admite que hablar en primera persona acaba siendo agotador y vergonzoso.