viernes, 12 de octubre de 2007

España sigue sin sonar a nosotros

Aunque sepa bien; aunque guste, en caliente y sin voz alta, no nos vayan a teñir de gris. España está llena de españoles que no saben que lo son; y yo el primero. Dormimos con los complejos de un pasado que no conocimos, pero que alguien se ha encargado de resumir. El bigote fue malo, y por contagio todo lo que tenga el tufo de rojo y gualda, de una, de grande y de libertad para unos pocos. Todos somos hijos de muchos hijosdeputa y también de muchos héroes que nadie quiere conocer. Somos vástagos desagradecidos, por aquello de los cuervos y la ignorancia consentida. Somos pasado de un país y un mundo y una Europa... somos pasado ajeno, pero somos un presente que molesta ver, porque cualquier amor lejano calienta más que los besos de quien te toca al otro lado del sofá.
Somos jamón ibérico y bellotas; somos vino, fiesta y garrafón; somos trabajo lo justo y despierto hasta la una viendo Crónicas Marranas. Somos España, queramos o no, porque no somos fetichistas ni clásicos, como los vecinos del norte, ni amantes del velo, las alfombras y Alá como los del sur. Somos España porque nos ha tocado, sin costuras ni perdón. Sin algazara, ya me entiendes. No quiero manifas ni hogueras tontas. No quiero banderas, aunque no me molestan. En el fondo sólo me incordia la molestia del resto, de los que escupen gritos porque sí, de los esbirros de lo que sea; me molesta ese atrezo de pancarta por lo incomodo de lo banal, de lo que no me importa. España me la suda, decía Savater. A mí España me la suda como bandera, como símbolo de personas que son iguales que nadie, como icono de farándula y toro bravo. Me la suda, igual que mi Vitoria, mi Madrid, Flandes o Kuala Lumpur. Las banderas deberían llevar un botiquín a bordo, porque siempre consiguen herir a alguien.España es lo que somos, igual que Grecia, Roma y Jerusalem, pero eso sólo nos convierte en siglo XXI. El problema es el futuro y el presente. Pero eso, ya a casi nadie le interesa. Me molesta que la gente se moleste. Me molesta que Nosotros no sea posible, se llame España, se llame mundo o se llame convivencia.

martes, 9 de octubre de 2007

Con la verdad por delante

Alice me lo dijo la última vez: ‘mentir es lo más divertido que puede hacer una chica sin quitarse la ropa’. Ella era hermosa, claro, con cara de buena y piernas de mala. Ella era Alice y era la mentira que todo hombre quiere buscar para siempre y olvidar para nunca. Miraba sin miedo, directamente, subida en su poder de pequeña y delicada. En realidad su nombre era Jane, simplemente Jane, pero eso a nadie le importaba.Ella alquilaba las vistas de su cuerpo por billetes de cincuenta dólares. Era hermosa y decadente, sí…, y triste, con cara de feliz. Pero Alice, al menos, decía la verdad.
Mentir es divertido; sobre todo si eres hombre y nadie se muere por ver cómo te quitas la ropa. Pero mentir sólo a medias, sin extremismos; mentir levantando sombreros, jodiendo a quien no quiere escuchar palabras prohibidas; mentir diciendo que te gusta follar con chicas guapas, que quieres matar a la gente que escupe por la calle y escupir a los que dicen que no quieren saber la verdad. Porque la verdad siempre será lo más revolucionario.
Ya sé que el XXI es un siglo sin revoluciones. Lo sé. La revuelta ha salido de la calle y se ha colado entre escotes y cremalleras. Se ha colado dentro, en las pasquillas para dormir, en el güisqui de media tarde, en el amor con sudor y sin te quieros. Hoy la revolución es mentir, diciendo la verdad. Mentir es lo queda, ni más ni menos. Es lo que hay después de Camus y de las nauseas de Sartre. Ahora todos vomitamos decadencia de salón, de fin de semana, de ‘no sé qué me pasa’, de ‘no sé’, ‘no sé’, ‘no sé’… nunca, o sí…
O no, porque lo bueno de mentir es que nunca sabes si se te va a colar un cachito de verdad por entre los dientes, por entre palabras que a veces no tienen ningún significado, y a veces lo tienen todo. Porque siempre se te escapa. Siempre, gracias a Dios.
Yo aprendí a mentir antes de aprender a decir la verdad, igual que aprendí a saber antes de aprender a aprender. Por eso hoy me declaro mentiroso, pero de los que siempre dicen la verdad; de la clase de farsante redimido que promete ser sincero por el camino difícil. Yo soy así, y cambiaré. Pero hoy me siento frente a ti y sólo puedo prometerte mentiras; mentiras de verdad, verdades a medias con propósito de bonachón. Por eso ahora te pido perdón, sin ninguna garantía de enmienda. Que tú me perdones o no, que me sigas o me ignores, depende de lo mucho y lo poco que te gusten las mentiras.